sábado, 28 de diciembre de 2013

Primer camino hacia las utopías


Ya es de día y estiro mis manos en busca de mi diario,
el primer día de clases -pienso-, y vuelvo a cerrar los ojos.
Vuelve a sonar ese estruendoso despertador, que me pide a gritos que me despierte,
o que lo tire por el balcón, más bien.
Levanto la vista; unos leves rayos de sol entran por la ventana y dejan ver que aún no ha amanecido, lo que hace que mis ganas de volver a dormir aumenten aún más. Miro a los pies de mi cama: mi uniforme de distintos tonos de rojos y granates -además de horrible-, estaba recostado sobre el baúl caótico que le daba a mi habitación un toque un tanto antiguo.

Suena el timbre, y con cara de pocos amigos me encuentro a mi mejor amiga."Que ganas de empezar, eh", - me dice, con un cigarro en los labios-, y con legañas aún en los ojos le digo que nunca había estado tan ilusionada de ver de nuevo las caras de algunos de mis antiguos profesores.

Aileen Harris, mi amiga de la infancia,
mi compañera de caídas, de lágrimas y de risas.
No creo que haya una persona tan igual, y a la vez tan distinta de mí. Si me preguntan, somos hermanas separadas al nacer.
Capaz de hacerme reír y olvidar los malos momentos,
capaz de soportar mis interminables historias.
Cineasta de películas antiguas, ya sean en blanco y negro, o incluso mudas.
Fumadora empedernida, inteligente hasta la médula,
opositora radicalmente a la religión. Como único dios: David Bowie.





Roger, -el mejor amigo de Aileen-, nos estaba esperando en el banco de la esquina, y tampoco parecía muy ilusionado de comenzar las clases, así que caminamos de forma lenta y poco rítmica, contándonos algunas anécdotas del verano.


Al entrar en la clase, me encontré con mi primera asignatura del año, Literatura,
que la daba un profesor que se había vuelto majara de leer tantos libros como el mismísimo Don Quijote.
Te felicito, Cervantes. ¿Cualquier relación con la realidad es pura coincidencia?
No lo creo.

Me siento en la primera fila y Prunella Addle en la última, siempre me pareció una persona curiosa y misteriosa, amante de la literatura y de las conversaciones extrañas.
Tiene un novio de toda la vida -Gideon-, una persona que ama de verdad, una persona con la que puede compartir cualquier cosa.
Es la delegada de la clase, responsable, pero también bastante despistada, es la clase de persona que se pasa las horas de clase mirando por la ventana, absorta en sus pensamientos.
Yo miraba disimuladamente para ella cada vez que podía e intentaba seguir su mirada, pero nunca conseguía ver lo que ella veía.





Al salir del aula en el cambio de hora nos encontramos con su hermana melliza, Rosalind Addle, que estaba en la clase de Aileen, compartiendo asiento con ella. Nunca había tenido novio, y estoy segura de que guarda más amor del que puede llegar a guardar. Es una persona tan introvertida como divertida, e igual de curiosa y misteriosa que Prunella.
"¿Qué tal les va? Ahora tengo historia del arte." -Decía con un tono bastante alegre-. Rosalind es una gran amante del arte, como yo. Con un gusto refinado y exquisito para la pintura.





Pasaron las horas y a la salida nos encontramos con Aileen, que nos estuvo esperando para salir juntas de clase, así que salimos a pie de cañón junto a las hermanas Addle y fue entonces cuando me llegó un sms de Ross. Una amiga en la que siempre se puede confiar, que te da la mano cuando la necesitas y te deja a solas cuando sabe que es lo mejor. Lo bastante madura como para entrar a estudiar periodismo en la facultad y lo bastante infantil como para ver contigo una película de dibujos animados. La mejor escritora que he leído, la persona que más me inspira cada día.


Will, vamos a bebernos unas cervezas
donde siempre, llama a las demás.


Ross sabía que siempre acudiría a una invitación de ese calibre y es la única que me llamaba de esa forma desde que le conté la historia Conoce a tus suegros modernos. Mi exnovio le dijo a sus padres que me llamaba Will, y no repuso en más detalles. Así que, -para mi sorpresa-, cuando llegué al porche de su casa, su madre me había recibido con una bandera gay entre las manos y me abrazó fuertemente, murmurando algo sobre el matrimonio homosexual.
Pensó que era un chico, y lo seguía pensando después de verme. Creo que ese fue el momento en el que comencé a dejarme el pelo largo y a dejar de usar camisetas de cuadros. No sabes cuánto se alegró mi madre.


Pero las historias de mis antiguos amores fugaces y otras tantas anécdotas, las dejaré para otro momento. Me llamo Moore, Willow Moore. Y mi historia... Comienza aquí.



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