viernes, 3 de enero de 2014

Cuarto camino hacia las utopías...


-Mierda, ya es por la mañana...

Me despierto en mi primer día de clase, pero esta vez es distinto, es de mi último año de instituto, año de coger cabeza, pensar las cosas y decidir el futuro o más bien de volverme loca y mandar todo a la mierda, pero eso ya se verá.
De camino ,el mismo camino de todos los días, no puedo evitar mirar el paisaje , es siempre el mismo ,pero no es siempre igual, o al menos para mi no.
Llegamos mi hermana y yo , bajamos las escaleras a cámara lenta luciéndonos mientras la gente nos observa, no, mentira, en realidad llegamos a toda ostia, con palpitaciones preocupantes para tener 18 años y los pelos despeinados. Prunella, mi hermana melliza  posee una inteligencia notable que cualquiera que esté a su alrededor puede notar,  pero es bastante despistada y vaga. Es una persona nerviosa y habladora, lo cual lo complementa con  su manera particular y divertida que tiene de bromear o a veces sacarte de quicio. Es peculiar, muy extrovertida y no puede evitar comentarte las películas en las mejores partes, en esas en las que necesitas silencio para enterarte de algo crucial.

Entra a su clase y yo sigo el largo pasillo hacia la mía, me siento al lado de Aileen, mi loca y divertida amiga , compañera y "marida". Nos conocemos hace mucho, pero no la conocía realmente hasta hace un par de años. Me hace alguna mueca o me dice alguna burrada, típico de ella, soltar burradas sin ton ni son, pero aun así es una persona enteramente coherente, que dice lo que piensa ,con una gran inteligencia y ansias de saber mucho más. Inquieta ,deseando comerse el mundo a bocados o tragárselo así sin más . Siempre anda leyendo, libros uno detrás de otro, los engulle sin compasión apoderándose de sus letras y viviéndolos tanto que siempre acaba llorando con alguno de ellos o casi todos.
Por fin pasan las tres primeras horas y llega una pequeña libertad de 30 minutos.Salimos Aileen y yo entre la gran manada de homínidos ,riéndonos de alguna descabellada idea.
A la entrada nos encontramos con las demás, con Prunella y will.
Will está en la misma clase que mi hermana,imposible de confundir ,no solo por su pelo rojizo y su estilo, cuyo origen proviene de las tiendas mas comunes,pero que ella lo convierte en personal y artístico ,sino por su personalidad llena de color que siempre ríe.Algo extravagante y peculiar ,  con una extraña obsesión por los lunares , lo que  me llama la atención. Con un mundo de imaginación y mezclas como si de un  collage se tratara, de estilos e ideas de polos opuestos. Una persona romántica y a la vez dura, no hay mas que oír su voz de macho (ironía).
Detrás aparecen Roger y Rachel .Rachel  quiere estudiar psicología , no sabría como describirla, es muy nerviosa y no sabe disimular, está muy loca ,pero nos ha asegurado que es la más cuerda de su familia. Roger otro caso particular , resulta ser extrovertido y ese tipo de personas que hace reír a todo el mundo , con una preocupante obsesión por las "cacas" no se si por la palabra o por ellas en sí.

Acaban las clases y parece que Ross nuestra amiga en la universidad ,  nos reclama con unas cervezas , donde siempre.
Con Ross no suelo hablar muy a menudo , pero he podido ver su simpatía e inteligencia audaz. Admiro su escritura y la forma en la que se expresa . Sé que llegará lejos,cualquiera que la conozca se daría cuenta . Es de esas personas que pueden hablarte del tema menos esperado. Tanto así como hacernos reflexionar sobre la libertad y la religión una tarde de vapor con aroma a frambuesa ,picoteo y comida. Lee todo tipo de libros y los devora al igual que Aileen, aumentando su almacén de conocimientos.

Nos reunimos donde siempre, las cinco ,con nuestras peculiaridades y locuras permanentes, alrededor de una mesa como si de un ritual se tratase, exigiendo con furor las cervezas o puede que un refresco para aquellas que no les guste.
Así comienza nuestra aventura, la aventura de nuestras vidas...




lunes, 30 de diciembre de 2013

Tercer capítulo y tres cuartos

No veo la hora de salir de estas cuatro paredes. Odio estar en la institución mental del Estado, con estas personas con título de profesor y ocupación de cuidadores de guardería. Rosalind, mi compañera de pupitre, es una chica curiosa: la conozco desde hace mucho tiempo, y cuanto más tiempo paso con ella, menos la conozco. Da la impresión de ser tímida, pero va muy rápido en las relaciones amorosas: me casé con ella por ceremonia civil, un día en la biblioteca –con civil me refiero a apuntarlo en el Facebook- y como ninguna de las dos somos propensas a las relaciones sociales, pues ahí seguimos en nuestro apasionado matrimonio cibernético.
Me suena el móvil en clase, pero el profe de filosofía no se da cuenta porque está muy ocupado en enseñarse a sí mismo cuánto sabe sobre Aristóteles. Me consuelo sabiendo que vamos a quedar ahora con las chicas para tomar unas cervezas, que siempre son dos cervezas para Ross y servidora, y batidos de chocolate para las demás, pero queda muy chachi hablar de “cervecitas o birras” así en general.
Después de una media hora que pasó por nuestra mente como si fueran tres días, salimos al exterior. El frío nos cortaba las mejillas como navajas y corrimos hacia el bar, donde ya nos esperaban las demás:
En primer lugar la parejita del grupo. Gideon y Prunella están prácticamente fundidos en el mismo cuerpo, lo que no deja de ser romántico a la vez que muy extraño si no estás acostumbrado. Suelo meterme bastante con Gideon, mas por costumbre que porque no nos llevemos bien, pero es buen chico. Prunella es una adicta a la literatura y al cine, que consume ávidamente y de forma compulsiva, llegando a secuestrar mis discos con películas en su guarida, poniendo como cancerbero a un gato demoníaco que nos asusta cuando vemos películas de terror. Por lo demás son gente muy corriente y agradable.
Bajo una pila de batidos de chocolate está Willow, mi mejor amiga desde pequeña. Le quitó el puesto a una chica de pelo rizado después de que me diera un golpe en la cabeza con un tren de Legos ¿Qué decir de ella? Es tan extraña como yo, por eso nos seguimos llevando bien. Se obsesiona con muchas cosas, como los chicos con lunares, o los lunares con chicos pegados a ellos, aún no lo tengo claro. Se alimenta de chocolate, batidos de chocolate, potajes con chocolate, etc. y luego saca analíticas fraudulentas que afirman que está perfecta de salud, pero a mí no me engaña.
A su lado está Ross, una universitaria de pelo afro, sonrisa crónica y gafas de pasta. Siempre tiene en los labios una crítica al gobierno y entre los dedos un libro de algún autor japonés. Su afición por Japón no tiene límites, desde el manga y el anime a los haikus y la buena literatura. Una de esas pocas personas a las que puedes sacarles conversación de cualquier cosa.
Roger y Rachel se encuentran a un lado. Como siempre, enfrascados en alguna riña que se les pasa en cuanto aparece el camarero con otra ronda.
Rosalind y yo nos sentamos y pedimos unas cervezas más. Si alguien nos hubiera dicho que nuestro destino se estaba forjando en ese mismo bar, todos juntos charlando sobre política, bebiendo, riendo y aspirando el humo de los cigarros de los parroquianos, no le habríamos creído. Pero así es.
Y esa es la historia que contaremos aquí: la de nuestra vida.


sábado, 28 de diciembre de 2013

Tercer camino hacia las utopías...

Riiiiiin Riiiiin Riiiiin

Me desperté alterada y muy atontada, debido a los confusos sueños que me atacan durante la noche. No podía creer que ya fuese el primer día de clase, tan lejos de significar libertad, tan cerca de significar responsabilidad.

Tras prepararme y salir a toda prisa de casa con Rossalind Addle, mi hermana, no pude evitar fijarme en el hermoso espectáculo que el cielo nos ofrecía, tan hipnotizante e inquietante como "casi" diariamente. Por desgracia, el resto de la gente estaba demasiado ocupada estrujándose la cabeza para decidir dónde iban a tomarse el café ese día, y las jóvenes se preguntaban  si a fulanito le gustaría sus nuevos zapatitos verdes de tacón (cosa más hortera donde las haya). En fin, tras una carrerilla, llegamos de milagro a clase.

Rossalind se fue a la suya rápidamente tras no decirme ni adiós. Si, así es mi hermana. Una persona misteriosa, que la mayor parte del tiempo está pendiente de sus cosas y no le interesa que nadie se inmiscuya lo más mínimo, ni siquiera yo. Puede resultar  muy pasiva e introvertida, a no ser que se cabree, entonces si, desearás no haber nacido con tal de no ver su mirada; hay quien dice que si se cabrea podemos ver perfectamente la mirada de Hades, el dios de la muerte.  A pesar de todo, si está estable resulta de lo más esencial para nosotras, es como un rayo de sol en medio de la tormenta que somos las demás.

Nada más entrar a clase mis ojos no pueden evitar reparar en Will. Con sus rizos largos y rojizos, y sus extravagantes prendas, estoy segura que no pasa desapercibida en ningún sitio. Tanto su estilo como ella misma, resultan originales y muy artísticos. Es de estas personas que nada más verlas y hablar unas cuantas palabras, sabes que son artistas que procuran pintar su entorno a su gusto porque el mundo tal cual es, no les gusta. Cumple una gran función de Cupido, siempre está al acecho para saber a quién puede emparejar, no se le escapa ni una.
Debo reconocer que las clases me aburren, aunque intente prestar atención, en cuanto me doy cuenta estoy mirando por la ventana y dejando volar mi imaginación. Lo observo todo, pero creo que al fin y al cabo no veo casi nada, o nada que me interese mejor dicho. El gentío juvenil, la rutina anual, qué decir más que "qué puto sentido tiene".

Al salir de clase me tropiezo con Aileen -Mmmejeeeee-  Con sus pintas de estrella de rock  es otra más que consigue llamar la atención allá a donde va. Pero si su estilo atrae, más atrae ella misma en cuanto la conoces. Es tan aguda que es capaz de provocarte incertidumbre e interés al mismo tiempo. Original, culta y enormemente cortante. Si, si no tienes cuidado puede devorar tu voluntad en un segundo; lo que ella aun no sabe, es que soy capaz de sentir que tras ese gran caparazón de hormigón que se ha creado puedo ver a una niña adorable que también necesita cariño de aquellos a los que ella ve como extrañas criaturas (humanos).

Recibo un whatsaap de Will que dice que Ross, nuestra amiga universitaria, nos invita a cervezas.
Ross es divertida, ingenua e inteligente al mismo tiempo. Se mantiene al margen de las tonterías, pero siempre está para escuchar y aconsejar. Es una gran escritora, y la envidio buenamente por su fina prosa que hace que se me pongan los pelos de punta. Pero eso ella no lo sabe. Es polifacética total. Si quieres hablar de literatura, pintura, política, ahí está ella, pero al mismo tiempo es la persona con la que puedes reírte y debatir cosas sin sentido. Un dato interesante; le encanta contar chistes macabros sobre bebes.

Supongo que por hoy está bien, estas son las personitas con las que suelo pasar mi tiempo; y gracias a ellas, quizá, y solo quizá, puedan llegar a conocerme.

Con la mirada perdida...
Prunella






Segundo camino hacia las utopías



-Me cago en la puta.

Manera especial, esencial, única para convertir las miradas de simpatía de dos abueletes en odio puro y visceral. Sonrío, como diciendo que soy joven, que se me perdona un poquito.

En fin, no importa… El caso es que estoy un poco nerviosa. Y casi me tropiezo. Una vez me dijeron que la fuerza de la gravedad atrae mi cara con demasiada fuerza, y que por eso ésta siempre busca el suelo. Quizás. Porque soy la anti-funambulista, la mujer que no se habitúa a sus propios pies.

Me siento en un banco cualquiera, consciente de que lo que veo ya no será, en bastante tiempo, algo cotidiano. Ahora me parece que los chicles aplastados en el suelo, las palomas medio descuartizadas, las colillas de porro esparcidas por el pavimento como purpurina, los viejos verdes, las tiendas cutres y los cuchicheos son algo del día a día, algo a esquivar. Parte de mi escenario vital. Pero, a partir del próximo lunes, ¿qué?

Ni siquiera sé qué hago en la calle a las dos de la tarde. Estaba agobiada, necesitaba aire.

Hay que aprovechar cualquier situación. Sacarle el jugo hasta la última gota. Extraer lo mejor de lo peor. Tener constancia de que los momentos no se reducen simplemente a lo que estamos haciendo, sino a lo que podemos hacer. Cualquier instante es una buena experiencia en potencia. Incluso, al ir al médico, puedes tirar hacia el mar.

Lo que quiero decir es que necesito cerveza.

Son las dos de la tarde… Y mis amigas estarán liberándose del primer día de su último curso de instituto. Día que yo ya viví hace un año, y que echo rematadamente en falta. Decido enviarle, para probar suerte, un mensaje a Will. Quizás les apetezca regar el aburrimiento con cebada.


Will, vamos a tomarnos unas cervezas

donde siempre, llama a las demás.

Me dirijo hacia el bar. No importa que no me hayan contestado; nunca rechazarían un par de cañas. En unos diez minutos, las tendré a mi verita.

Queda una semana. Supongo que tengo que atesorar estos momentos. Que puede que ésta sea la última cerveza espontánea, que quizás a partir de ahora tenga que planearlo todo con una insoportable antelación. Pienso en mis amigas, en todo lo que está apunto de cambiar… y en lo que ya ha cambiado.

Cuando conocí a Will, ella me odiaba. Es gracioso, pero es así. Después comenzamos a hablar, de forma más o menos espontánea (¿qué voy a esperar yo ahora de la espontaneidad?). Descubrí en ella la persona más inocente que jamás haya tenido delante. Y también, sin duda, la más encantadora. Así de simple. Tiene siempre guardadas un par de buenas palabras para quien lo necesite, y vive con el terrible miedo de que estas palabras no susciten nada. Tiene una imaginación totalmente desbordante, y las manos más frías que jamás haya visto (porque el frío de sus manos también se ve). Es, en fin, una de esas personas que se encuentran una vez cada cien años. Un poco cursi, pero a la vez capaz de aguantar el dolor para no contagiarlo. Y éste es, sinceramente, el mejor atributo que esta pelirroja un poco loca tiene. Que nunca haría mal a nadie, ni dejaría que nadie se sintiese mal por su culpa.

En realidad, no comenzamos a hablar de forma espontánea. Fue culpa de Prunella, Prunella Addle. Sabía que ella no me soportaba, y quiso juntarnos para que, básicamente, nos tirásemos de los pelos. La verdad es que Prunella, por norma general, es un poco cabrona. Pero no lo lleva al extremo. Quiero decir, es una de esas personas que te pinchan pero que jamás te dejarían caer, ni siquiera asomarte al precipicio. Alguien, además, con un mundo interior sorprendentemente productivo. Nunca sabes de qué te va a hablar. De física cuántica, de Poe o de la reproducción de las mariposas.

Prunella tiene una hermana melliza. Se llama Rosalind. Me gusta tenerla cerca, porque es alguien que aporta sosiego. Es, quizás, la parte coherente de cualquier compendio de seres humanos ligeramente lunáticos. Sin embargo, nunca termino de conocerla. Si el mundo interior de Prunella es productivo, el de Rosalind es sorprendente. Porque sólo deja ver pedacitos. Tengo la sensación de que en cualquier momento el universo que Rosalind alberga entre las costillas puede estallar, y que de dentro saldrá, sin duda, algo que cause orgullo a todo el que la tiene cerca. Además, es la única persona que aguanta a Will cuando está borracha.

Después está Aileen (Tomasa, Catedrala). No sé cuántas carcajadas me habrá sacado. También me parece alguien con muchísima capacidad de sorpresa. Inteligente hasta las trancas y con la virtud de ver algo criticable en cualquier cosa. Y original. Soy incapaz de aburrirme si la tengo cerca. Con ella puedo hablar de cualquier cosa: de política, de literatura, de vecinas que se visten con abrigos dignos del plumaje del cuervo… Siempre he pensado que Aileen llegará lejos. Que dentro de poco despuntará, y conseguirá lo que le dé la gana. Ella es quien normalmente me aguanta a mí cuando bebo. Pero sólo si ella también ha bebido, naturalmente.

Dentro de una semana todo cambiará. Y estos encuentros fortuitos serán cosa del fin de semana. No sé, me da un poco de miedo.

Pero es lo que quiero. Me toca comenzar la universidad. Me toca vivir. No me toca acomodarme, sino caminar hacia delante.

Me siento en el bar, en la mesa de siempre, y suspiro. Las muy idiotas no han llegado. Imagino a Will caminando a paso de tortuga.

Ay, Will, machito mío. Quien te recibiera con una bandera multicolor.


Soy Ross. Con doble S, por si una se me pierde.




Primer camino hacia las utopías


Ya es de día y estiro mis manos en busca de mi diario,
el primer día de clases -pienso-, y vuelvo a cerrar los ojos.
Vuelve a sonar ese estruendoso despertador, que me pide a gritos que me despierte,
o que lo tire por el balcón, más bien.
Levanto la vista; unos leves rayos de sol entran por la ventana y dejan ver que aún no ha amanecido, lo que hace que mis ganas de volver a dormir aumenten aún más. Miro a los pies de mi cama: mi uniforme de distintos tonos de rojos y granates -además de horrible-, estaba recostado sobre el baúl caótico que le daba a mi habitación un toque un tanto antiguo.

Suena el timbre, y con cara de pocos amigos me encuentro a mi mejor amiga."Que ganas de empezar, eh", - me dice, con un cigarro en los labios-, y con legañas aún en los ojos le digo que nunca había estado tan ilusionada de ver de nuevo las caras de algunos de mis antiguos profesores.

Aileen Harris, mi amiga de la infancia,
mi compañera de caídas, de lágrimas y de risas.
No creo que haya una persona tan igual, y a la vez tan distinta de mí. Si me preguntan, somos hermanas separadas al nacer.
Capaz de hacerme reír y olvidar los malos momentos,
capaz de soportar mis interminables historias.
Cineasta de películas antiguas, ya sean en blanco y negro, o incluso mudas.
Fumadora empedernida, inteligente hasta la médula,
opositora radicalmente a la religión. Como único dios: David Bowie.





Roger, -el mejor amigo de Aileen-, nos estaba esperando en el banco de la esquina, y tampoco parecía muy ilusionado de comenzar las clases, así que caminamos de forma lenta y poco rítmica, contándonos algunas anécdotas del verano.


Al entrar en la clase, me encontré con mi primera asignatura del año, Literatura,
que la daba un profesor que se había vuelto majara de leer tantos libros como el mismísimo Don Quijote.
Te felicito, Cervantes. ¿Cualquier relación con la realidad es pura coincidencia?
No lo creo.

Me siento en la primera fila y Prunella Addle en la última, siempre me pareció una persona curiosa y misteriosa, amante de la literatura y de las conversaciones extrañas.
Tiene un novio de toda la vida -Gideon-, una persona que ama de verdad, una persona con la que puede compartir cualquier cosa.
Es la delegada de la clase, responsable, pero también bastante despistada, es la clase de persona que se pasa las horas de clase mirando por la ventana, absorta en sus pensamientos.
Yo miraba disimuladamente para ella cada vez que podía e intentaba seguir su mirada, pero nunca conseguía ver lo que ella veía.





Al salir del aula en el cambio de hora nos encontramos con su hermana melliza, Rosalind Addle, que estaba en la clase de Aileen, compartiendo asiento con ella. Nunca había tenido novio, y estoy segura de que guarda más amor del que puede llegar a guardar. Es una persona tan introvertida como divertida, e igual de curiosa y misteriosa que Prunella.
"¿Qué tal les va? Ahora tengo historia del arte." -Decía con un tono bastante alegre-. Rosalind es una gran amante del arte, como yo. Con un gusto refinado y exquisito para la pintura.





Pasaron las horas y a la salida nos encontramos con Aileen, que nos estuvo esperando para salir juntas de clase, así que salimos a pie de cañón junto a las hermanas Addle y fue entonces cuando me llegó un sms de Ross. Una amiga en la que siempre se puede confiar, que te da la mano cuando la necesitas y te deja a solas cuando sabe que es lo mejor. Lo bastante madura como para entrar a estudiar periodismo en la facultad y lo bastante infantil como para ver contigo una película de dibujos animados. La mejor escritora que he leído, la persona que más me inspira cada día.


Will, vamos a bebernos unas cervezas
donde siempre, llama a las demás.


Ross sabía que siempre acudiría a una invitación de ese calibre y es la única que me llamaba de esa forma desde que le conté la historia Conoce a tus suegros modernos. Mi exnovio le dijo a sus padres que me llamaba Will, y no repuso en más detalles. Así que, -para mi sorpresa-, cuando llegué al porche de su casa, su madre me había recibido con una bandera gay entre las manos y me abrazó fuertemente, murmurando algo sobre el matrimonio homosexual.
Pensó que era un chico, y lo seguía pensando después de verme. Creo que ese fue el momento en el que comencé a dejarme el pelo largo y a dejar de usar camisetas de cuadros. No sabes cuánto se alegró mi madre.


Pero las historias de mis antiguos amores fugaces y otras tantas anécdotas, las dejaré para otro momento. Me llamo Moore, Willow Moore. Y mi historia... Comienza aquí.